Por Orlando Abello Martínez-Aparicio

En 1986 el presidente Belisario Betancur, cumpliendo el deseo manifestado por el Papa Juan Pablo II, quien pidió que su visita a Colombia fuera rememorada con la fundación de un Instituto que se dedicara a estudiar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia, nos convocó a un grupo de amigos y ex funcionarios de su gobierno a colaborarle en la fundación del “Instituto Juan Pablo II”, cuyo objeto era precisamente profundizar y difundir la Doctrina Social de la Iglesia a partir de las Encíclicas Sociales proclamadas por Leon XIII.
Inauguramos el capítulo de Barranquilla en sesión solemne realizada en el teatro Amira De la Rosa, presidido por el ex presidente Betancur y en la honrosa compañía De Francisco Posada de la Peña, Próspero Carbonell, Eduardo Carbonell y Eduardo Marino, entre otros.
Nada más apropiado hoy que retomar este rumbo doctrinario por parte del Vaticano a propósito del feliz acontecimiento ocurrido ayer con la designación del Papa León XIV cuyo nombre pontificio enciende la llama de la esperanza de reconducir a los católicos y al mundo entero por el sendero de la doctrina social como única forma de contraponer a los anti valores éticos, políticos, económicos, educacionales y religiosos que pretenden entronizar en el mundo los adoradores del Foro de San Paolo y del pregonado Socialismo del Siglo XXI
Comparto a continuación una reseña histórica de los inicios y evolución de la Doctrina Social De la Iglesia que espero sirva de apertura a una conversación ecuménica sobre este importante y prioritario tema:
En mayo de 1891, el Papa León XIII publicó la encíclica Rerum Novarum, inaugurando con ella una línea de pensamiento que transformaría la manera en que la Iglesia Católica entiende y se relaciona con el mundo moderno: la Doctrina Social de la Iglesia. En pleno auge del capitalismo industrial, con la miseria obrera como telón de fondo y ante el avance del socialismo como reacción revolucionaria, León XIII trazó una tercera vía ética: la justicia social sin lucha de clases.
A lo largo de sus 64 puntos, Rerum Novarum condena tanto la explotación capitalista como la abolición socialista de la propiedad privada. Defiende con firmeza el derecho al trabajo digno, la necesidad de un salario justo, la formación de sindicatos y el papel moderador del Estado frente a los excesos del mercado. El Papa insiste en que las estructuras económicas no pueden estar desvinculadas de la moral, ni la técnica separada de la dignidad humana. En su visión, el trabajo no es una mercancía, sino una expresión de la persona.
Lo verdaderamente innovador de León XIII no fue solo su diagnóstico, sino el hecho mismo de que un pontífice hablara de estos temas. Hasta entonces, la Iglesia había estado más centrada en la defensa doctrinal ante el laicismo o el racionalismo, pero con esta encíclica el magisterio se lanza al terreno social con una propuesta positiva. Nace así una tradición que continuará con Quadragesimo Anno (Pío XI, 1931), Mater et Magistra (Juan XXIII, 1961), Centesimus Annus (Juan Pablo II, 1991), y que hoy se expresa con fuerza en Laudato Si’ (2015) y Fratelli Tutti (2020), del Papa Francisco.
A más de 130 años de su publicación, Rerum Novarum sigue interpelando los desafíos del presente: la precarización laboral, la concentración de la riqueza, el debilitamiento de los sindicatos y la mercantilización de la vida. Frente a estos signos de nuestros tiempos, el mensaje de León XIII mantiene su vigencia: “El trabajo humano tiene un valor ético superior al capital”, y es deber de la sociedad organizarse de modo que cada persona pueda vivir con dignidad y esperanza.
Hoy que “León XIV”, surge quizás como símbolo de un renovado compromiso social de la Iglesia, conviene recordar que la respuesta cristiana a las “cosas nuevas” del mundo no está en la nostalgia ni en el dogmatismo, sino en una lectura crítica del presente a la luz del Evangelio. León XIII abrió ese camino con coraje profético. Honrar su legado no es repetir sus palabras, sino aplicar sus principios a los nuevos desafíos que nos interpelan.