por Angélica Santamaría
Se trata éste de un café atemporal: el que compartimos una tarde con Sara y con Margarita McCausland, hace exactamente un año; un café que repetimos y los muchos que debido a la pandemia nos quedaron pendientes.
Por esos días que hoy parecen de un mundo anterior, Sara presentó dos libros magníficos:
El Relojero de Ginebra (cuentos), y Travesías del sueño (poesía)*, ambos como primeras obras publicadas en cada género, un reto literario para cualquier autor. Una “guerra feliz” de lo sensorial en la narrativa y lo simbólico en el poema, que por un lado es consecuente
con el significado de sus apellidos libaneses, Harb que traduce guerra y Said que significa feliz. Pero también obras coherentes con su historia personal y su trayectoria como cineasta desde hace más de treinta y cinco años. Más que una pasión, una adicción -según sus palabras-, que la llevó a dirigir la Cinemateca del Caribe por 12 años.
Allí gestionó numerosos proyectos y recibió reconocimientos que le permitieron hacer de la Cinemateca una estructura sólida, materializada en una biblioteca audiovisual, o siendo fiel a su relato, “una memoria audiovisual de nuestra región para que las generaciones futuras conozcan cómo hemos sido”, con 45 colecciones de películas filmadas del Caribe
colombiano, entre las que se conservan joyas como el primer documental de Colombia, producido en 1914 por el italiano Floro Manco.
Para Sara lo simbólico juega tanto en la poesía como en el cine, y en sus poemas de Travesías del sueño, lo simbólico se apropia de la imagen como fotografías del pensamiento y la emoción profunda, expuestas a contraluz de la palabra y el instante:
“…Es oscuro este tiempo. / Todo se sabe. / Nada se dice.” Del poema VERDAD
INEXORABLE.
Así también en El Relojero de Ginebra, la narrativa de lo vivido que en el recuerdo se vuelve ficción y en la imaginación, relato, sus cuentos llevan un poco y algo más de sí misma. En “Pital de Megua” fluyen las imágenes, diálogos y cotidianeidad del Caribe, en un homenaje a Rafael Salcedo, esposo de Sara fallecido en 2008. En los diferentes cuentos viaja a través del tiempo y a distintas ciudades del mundo, con nombre propio o sin él, pero lugares donde la sensualidad, el cine y el tiempo son experiencias tan recurrentes
como humanas.
La literatura como cine, cuento o poesía encuentran un principio común, como lo expresa la voz narrativa en uno de los relatos: “… en el fascinante mundo de los relojes: allí el devenir es lo que menos cuenta, es el desafío de conseguir la precisión y la potestad de poner en marcha el tiempo.”
*Editorial Escarabajo, 2019
**Editorial Letra a Letra, 2019.
P.S.: OTRO BUEN CAFÉ CON SARA HARB, en diciembre de
2020
Y con certeza faltan muchos más.
Esta vez lo compartimos en la virtualidad, en medio de la pandemia que aparecerá en los textos de historia de las generaciones siguientes. Y como complemento a la nota anterior, en la que resaltamos dos libros publicados por Sara Harb a finales de 2019, nos sorprende al contarnos cómo durante 2020 escribió dos nuevos libros: uno de poemas titulado La transparencia del arroz, un título que sugiere una atmósfera zen; y uno de cuentos
titulado Cambio de ruta.
Ambos inéditos hasta la fecha, ambos concebidos por su autora como la historia que sólo puede expresarse en clave de poesía y como la poética de vida que necesita del cuento para ser narrada. Ambos reveladores de la intimidad profunda, y al tiempo de la observación del mundo como las escenas que ocurren en la línea limítrofe entre la realidad y la ficción, entre los dramas cotidianos y el sentido del humor. Tal es la literatura, que en Sara Harb es un modo de vivir a través de las imágenes reveladas en
palabras, en la voz del yo profundo y de personajes que reflejan vidas o experiencias de cualquiera de nosotros.