Un sentido adiós
Por Loor Naissir
Se nos adelantó en su partida. Así es… su viaje a la eternidad lo hizo cuando le faltaba poco tiempo para cumplir 32 años y realizar muchos proyectos que tenía en mente como dictar unas charlas, hacer unos viajes exploratorios, escribir otro libro y conversaciones pendientes con colegas y amigos.


Los que vivió en San Andrés fueron años maravillosos que quedaron en el corazón y en la mente de sus padres, Karam y Suad, de sus hermanas menores, Fairouz y Suad, de sus tíos, abuelos y de su querídisima bisabuela Suad Blel, todos muy apreciados en la colonia libanesa radicada en el Caribe colombiano.
Amaba la literatura desde niño pero complació a su mamá estudiando Derecho, becado, en la Universidad del Rosario. Y se complació así mismo estudiando un tiempo Literatura en la Universidad Javeriana.
“Es que era muy bueno para todo. No le gustaba tomar apuntes en el colegio; se confiaba de su prodigiosa memoria. Cuando niño fue nombrado Secretario de Cultura de San Andrés, por unos días, un honor que se ganó en el colegio. Sacó el mayor puntaje en las Pruebas del ICFES del departamento”, cuenta Suad con voz suave, pausada, entre ternura y un dolor de madre indescriptible.


Ella jamás le quiso hacer las pruebas de medición de coeficiente intelectual porque quería que su hijo creciera como un niño normal, que jugara, se divirtiera. Le dio libertad para que se desarrollara en lo que quisiera, pero que primero estudiara una carrera universitaria y así fue.
“Era como un rayo de luz. Era conciliador, familiar y amaba la naturaleza y a los animales”.
Tenía un profundo respeto por las tradiciones gastronómicas de sus ancestros libaneses y de las distintas regiones del país. Y hasta escribió un libro.

Jamás se dio ínfulas de sus logros: fue un excelente periodista, editor jefe de la revista ‘El Malpensante’ y editor general de la Comisión de la Verdad.
Cuenta la mamá que apenas empezó a trabajar se hizo independiente económicamente. “Me sorprendí el día que llegué a su apartamento en Bogotá y vi todo ordenado. Solo me dijo: ‘Viste que me sirvieron tus consejos’”.

Karim hablaba inglés como si hubiera nacido en Estados Unidos; vivía dictando charlas y tenía programado ir a Lima, Perú, a presentar su libro.
En la programación de Hay Festival Cartagena 2023 apareció conversando en dos oportunidades con mujeres. Una con María Elvira Samper y Mariluz Vallejo sobre ‘Exclusiones: xenofobia y el uso político de la extradición’. La otra fue con Patricia Nieto y María Emma Wills sobre ‘Narrativas para construir futuro’.
Eso recuerda su mamá.
Cuando llegaba a su casa trataba de prepararle comida árabe; no podía faltar el labni, (leche cortada) que tanto le gustaba. Dejó una biblioteca repleta de libros ordenados por colores.
Sus artículos fueron reconocidos dentro del periodismo gastronómico, llegando a ganar un Premio Simón Bolívar en 2020 por ‘El cordero crudo de El Vegano Arrepentido’, publicado en El Malpensante. Sus textos también fueron publicados en El Espectador, como ‘Para servir con la punta de una llave’ y ‘Basket pepper’.


Karim era feliz escribiendo e investigando sobre cocina de la Guajira, donde vivieron sus abuelos, Ezzo Maloof y Sugem Cusse y donde aún tienen el hotel Universo, en Maicao. Estaba escribiendo precisamente sobre este hotel.
Disfrutó su encuentro con la gran cocinera, Zaida Cotes, palabrera wayúu del clan Ipuana, en el resguardo de Guaymaral. Y con ella salió fotografiado en redes sociales.
Su humildad no tenía límites.
Su mamá cuenta que cada vez que hablaba con él aprendía algo nuevo.
“Él me enseñó a leer literatura, y a querer su bigote y su barba tupida. Cuánta falta me hace tocarla”.

Hay muchos detalles que se quedan en el tintero. Solo anuncio que su familia quiere perpetuar su legado creando una Fundación para dar a conocer los aportes que Karim dejó a la literatura colombiana.
Hoy Karim está en la gloria de Dios.

