‘La Turquesa morena del Sinú’
Colaboración de Félix Carrillo Hinojosa
Cada región de Colombia en lo cultural, gesta unas figuras que son especie de guardianes defensores de lo íntimo de sus pueblos. Esa vigilancia permanente se percibe sin decirlo y se hace, con el encanto de la palabra o con solo dirigir la mirada sobre el quehacer cotidiano.
En un lugar del Caribe, con su adolescencia a cuesta y con una actividad que no la dejaba quieta, emergió una jovencita que a inicios de la década del 70’ del siglo pasado, se atrevió a pensar que todo ese comportamiento de su gente, era el ingrediente natural que necesitaba para construir con base en un trabajo de campo, una narrativa fiel que dibujara cómo caminaba, hablaba y gesticulaba la gente de a pie.
Ella veía cómo circulaba la palabra, que nutrió el proceso para que José Luis Garcés se ideara la creación del grupo literario ‘El Túnel’ con la complicidad entusiasta de Oscar Lakak, Leopoldo Berdella, Antonio Mora, Carlos Morón, Omar González, Guillermo y tantos valores de la cultura regional, quienes comprendieron que ese instrumento era el camino ideal, para conducir tantas propuestas diversas de una tierra bendita.
Fue lo mismo que ella percibió, cuando esa obra gigante de hombres masificadores de cultura como Manuel Zapata Olivella, David Sánchez Juliao y Raúl Gómez Jattin, quienes junto a los entusiastas componentes del grupo, abrían sus mentes creativas para darle paso a las variadas visiones que fortalecían el rumbo de cada acción natural de su gente.
Ella, diligente, visionaria y con un olfato de niña precoz, le dijo a todos, que podía mostrar su visión de lo cotidiano, sin perder la conexión con sus protagonistas. Así surge ‘Razones de peso’, un mundo de cuentos, llenos de dibujos populares, paridos en su tierra natal, en donde cada trazo olía a los anhelos del Sinú.
Así pudo romper con un patriarcado literario que se imponía y que solo daba paso a las mujeres como musas en sus obras.
Ella sabía, que metiéndose en ese mundo de hombres arriesgados, podía construir no solo sus propias huellas sino la de muchos, que en silencio, querían ser como sus antecesores.
En esa puja que se da en esos grupos, cuyas cabezas visibles era direccionada por hombres, ella se sentía protegida y acolitada, en medio del rechazo que cierto sector planteaba, que no veía con los mejores ojos, su presencia en temas que solo era para hombres. Eso no le importaba. Ella sabía para donde debía caminar.
En ese mundo donde la creación la incitaba, aparecen las obras ‘La Lío y otras mujeres’, ‘Los caprichos de Dios’, ‘Los inmigrantes árabes en los valles del Sinú y el San Jorge’, que la llevó en un eterno afán de mostrar los cuentos de un sinnúmero de creadores, los caros anhelos de los músicos de su región con sus porros y fandangos, las costumbres de trabajo de campo, laboreo y zafra, con cantos de vaquería, gritos de monte, agrupaciones que a través de formas primitivas como el conjunto de hojitas, podían orquestar toda una cultura popular llena de música, que se sumaron a los versos dicientes de Gómez Jattin y García Usta, que servían de colorido panorama en la pintura de Marcial Alegría. Así le gustaba vivir a ella.
Esa inventiva que siempre manejó, no solo con la palabra sino con lo que decía su sensual mirada, nació y se hizo mujer, con lo que escuchó desde niña en los velorios, en los juegos de niños, en las tardes de corralejas en donde hombres ebrios se jugaban sin pensar, al duro enfrentamiento con la muerte.
Aprendió a leer y llenarse de fantasía con las ocurrencias de sus paisanos, a quienes luego vio retratados en obras de los clásicos.
Su obra conservó en la narrativa lo sencillo del ser de su tierra. No tuvo necesidad de vestirlos con los colores que no correspondía. Era el culto a la palabra. No fue más que recrear lo mítico del pueblo de donde provenía.
Descendía de migrantes, en donde su padre era como un personaje sacado de una novela de aventuras. Caminante eterno, que decidió acampar en esa tierra por causa de un amor, al que le propuso fidelidad en todos los tiempos de su vida.
Su vida está marcada con un sello de letras grandes, que narra el deber cumplido, de horas que la hicieron incansable, equivocada pero firme, rehaciendo sueños y hacia adelante. Pero un día a la valiente y fuerte mujer, le dolió todo. Fueron varios los días, en que estuvo sometida por una epidemia que la acosó sin tregua, que no le permitió regresar a su eterno redil, que no le dio el chance que le pidió en silencio, para ver a los suyos y recrear nuevos sueños literarios. Y un día cualquiera, de esos que no tienen retorno, se quedó dormida como si estuviera escuchando una serenata con el porro que más le gustaba.
Queda en el silencio, de quienes la quieran leer, los ensayos y notas en los suplementos literarios de El Espectador, El Tiempo, El Heraldo, El Colombiano, El Meridiano de Córdoba y Vanguardia Liberal, hechos por la jovencita que lo dio todo para mostrar el pasado, presente y lo que podía venir para una generación, que sale avante pese a la violencia que vive.
Su figura estará viva a manera de “un rio de libros” que va y viene cada año, en busca de acolitar como lo hacía ella, toda esa letra menuda pero diciente, del sentir sinuano.
La recuerdo con voz tranquila en la sala de su amplia casa. No necesitaba decir mucho para ser entendida. Su belleza natural no estaba en sus ojos habladores y su risa incitadora. Era todo su cuerpo el que narraba siempre, con la chispa del cuento ya conocido, que al ser expuesto por ella, cobraba nueva vida.
Fercahino (Soad Louis Lakad, La Turquesa morena del Sinú, nació en Ciénaga de Oro el 23 de septiembre 1950 y falleció en montería el 26 de agosto de 2020. Padres Lila Lakah y Edmundo Louis) #RelatosFercahino
*Escritor, periodista, compositor, productor musical y gestor cultural para que el Vallenato tenga una categoría dentro de los Premios Grammy Latino.