por Angélica Santamaría
Psicóloga
Te escribo en estos días extraños, a ti que estás a mi lado y también a ti que hace meses no te veo ni te puedo abrazar, y tampoco podemos tomarnos juntos ese café que tanto nos gusta en la media tarde. A ti, que al mismo tiempo eres todos y cada uno de mis seres amados, “ mi vida entera, la brisa de primavera, la claridad”, como canta José Luis Perales.
Porque en estos días tan extraños, que no sabemos a dónde nos llevan, mi única certeza es cuánto vale para el corazón la historia que tenemos juntos y cuánto me quieres.
A ti, mi vida entera, “mi gente, mi familia” , donde nos amamos con luces y sombras, en las buenas y en las malas. Donde siempre habrá una mano abierta para lo que sea necesario, una lágrima por nuestros ausentes, una receta de abuela que nos sabe a felicidad. “Somos pocos, pero buenos” (Pimpinela).
A ti, mi brisa de primavera, mi pareja, mi par, mi cómplice del abrazo, la caricia, para
“el más dulce de los besos” , como canta Manzanero, o simplemente soñar lo que recordaremos
“cuando estemos viejos”, como dice la canción cuyo autor no recuerdo.
A ti, la claridad, de la amistad sincera a la que le sumamos años, o la generosa confianza de un nuevo mejor amigo que el camino nos regala. Me das el consejo, la risa y la tranquilidad del silencio que sabemos compartir. Mi hermano del alma, realmente mi amigo (Roberto Carlos no pudo decirlo mejor).
Tú, “Amor del bueno”, (Héctor Montaner), “ Amor sincero” (como el de Marbelle), o la canción de amor que más te guste y te llene de emoción. Esa te la mando en este día, como flores que recojo en el camino, porque no puedo estar contigo (la de Fonseca). Solo para que sonrías recordando cuánto te he querido y “Te amaré”.
PS: Sí, es cierto, las serenatas solo tienen tres canciones, las triplico y te mando nueve, porque hay tantas cosas lindas que te quiero decir, y las canciones hablan mejor que yo.