Parecieran ser días para borrar los sueños, y pensar en el miedo
como nuevo señor.
Días para no saber que nada sabemos
O que nada hemos sido ni nada seremos
Sin ese aliento divino al que algunos llamamos Dios.
Parecieran ser días para olvidar lo que creíamos del mundo
y de nosotros mismos.
Si hemos salido a la calle sin sus almas
en estos días extraños
si vimos a la naturaleza recobrar su esplendor
a las flores del verano alcanzar las del invierno
si reconocemos las esquinas de la ciudad
por su vegetación silvestre
o por la sombra de un árbol que no es igual
al de su especie
si entendimos qué pájaro canta en la aurora
cuál al mediodía y cuál en el crepúsculo
si se nos volvió asombro descubrir el último color de la tarde
y nos quedó el vicio de coleccionar cielos
sabremos que tal vez hemos amado estos días extraños
cuando la ciudad vuelva a sus ruidos, afanes
y condumios desesperados
por no verle el rostro a la soledad.
Rostro que al fin y al cabo
solo es igual a nosotros mismos.
Si hemos llorado en las pantallas al vernos de nuevo
por la humilde alegría de saber que aquí seguimos vivos
si dormimos bajo techo y en nuestra mesa no ha faltado
la comida limpia (ni qué decir sabrosa)
si agradecimos
si compartimos
porque sabemos que un hermano
más fuerte y resistente, derrotado por el hambre
está luchando por lo suyo
con el estómago vacío
si algo de eso se arraigó en nuestros cimientos
tal vez en adelante no haga falta adulación
para sonreír a causa de nosotros mismos.
Tal vez
enfermedad, pobreza o muerte
no sean sombra de la desgracia
si al fin y al cabo de las tres estamos hechos.
¿Por qué insistir en olvidar que la caída
y el vacío
los llevamos por dentro?
Basta con mirar afuera para entenderlo:
Todos queremos continuar con vida.
Asusta, en estos días extraños
la acechanza del regreso a esas otras muertes:
envidia
vanidad, indolencia
obstinación, indiferencia
engaño
si este universo demasiado grande
solo necesita pronunciar un nombre
para dar forma y voluntad
a todo cuanto existe.
Entonces
¿Quiénes seremos cuando pasen estos días extraños?
¿De quién hablamos al decir “nosotros mismos”?
Angélica Santamaría