“Las experiencias más duras son las que mejor te permiten conocerte a tí mismo”
Colaboración de Carlos A. Sourdis Pinedo
El periodista y escritor Juan Carlos Botero entiende perfectamente que se le asocie con haber nacido en un hogar ‘con cucharita de plata y cuna de oro’ por ser el hijo del maestro antioqueño Fernando Botero, uno de los pintores y escultores más reconocidos y cotizados del mundo.
También, de la prestante gestora cultural, filósofa, coleccionista de arte y mecenas bogotana Gloria Zea Gutiérrez (1936 – 2019), descendiente de una prominente estirpe política colombiana, quien fuera directora de Colcultura (hoy Ministerio de Cultura) y del Museo de Arte Moderno de Bogotá durante 46 años, entre muchas otras actividades relacionadas con el ámbito artístico nacional.
Y aunque Juan Carlos Botero no reniega en absoluto del bienestar material del que gozó en su infancia, su más reciente novela, ‘Los hechos casuales’, escrita en clave autobiográfica, deja entrever los traumas, golpes y sinsabores que ha sufrido desde que era un niño hasta su edad adulta.
El título de esta novela se relaciona con su convicción de que las coincidencias no son casuales, y de que hasta los detalles que nos parecen aburridamente cotidianos u ordinarios pueden desencadenar consecuencias tan portentosas como inesperadas.
Por ejemplo, el hecho de salir de casa cualquier día y caminar por el andén hacia la izquierda o hacia la derecha puede tener consecuencias sorprendentemente inesperadas para cualquier persona. Hacia la derecha podríamos encontrarnos con el vendedor de lotería que nos hará millonarios; hacia la izquierda, vernos envueltos en un accidente fatal.
En otras palabras, nuestras más mínimas acciones están constantemente moldeando nuestro futuro de maneras insospechadas.
El matemático y meteorólogo estadounidense Edward Lorenz (1917 – 2008) bautizó este concepto como ‘El efecto mariposa’, según el cual “el aleteo de una mariposa, acaecido en un momento dado, puede alterar a largo plazo una secuencia de acontecimientos de inmensa magnitud”.
En torno a esta idea gira el contenido de las 580 páginas de su última novela, lanzada por Editorial Alfaguara; algunos han llamado “la resurrección de Juan Carlos Botero”.
¿Por qué?
El mismo autor explica a LA OLA CARIBE: “Me llevó más de 8 años escribir esta novela y la concluí justo cuando comenzó la pandemia (del Covid 19), y era imposible hacer algo con el manuscrito en ese momento, así que me pasé otros dos años reescribiéndola totalmente”.
Hay entonces un extenso paréntesis entre ‘Los hechos casuales’ y sus libros anteriores: ‘Las ventanas y las voces’, ‘La Sentencia’, ‘Las semillas del tiempo’, ‘El arrecife’, ‘El idioma de las Nubes’ y ‘El arte de Fernando Botero’. Algunos son novelas, compilaciones de sus cuentos, relatos cortos.
Pero aclara que lo de su “resurrección” es algo relativo, porque aunque se mantuvo durante 10 años por fuera del mundo literario, no ha dejado de publicar cada dos semanas su columna en el diario El Espectador.
La sombra de sus progenitores
La infancia, adolescencia y edad adulta del protagonista de ‘Los hechos casuales’ (Sebastián Sarmiento) están marcadas por hechos traumáticos, tal como las de su autor.
Allí se ven reflejados entonces, entre otros, sucesos duros como el secuestro de su madre (en 1973), quien ya para entonces se había divorciado, tras un matrimonio de 7 años, del maestro Botero (de cuya carrera artística ella fue una gran promotora). Gloria Zea fue secuestrada por la delincuencia común junto a su segundo esposo, el empresario Andrés Uribe Campuzano. Ambos fueron liberados pocas semanas más tarde.
Pero la alarma ante la posibilidad de que también emprendieran acciones contra el resto de la familia hizo trizas lo que quedaba de ella.
“Corré, lávate la cara y vístete, que nos vamos del país”, fueron las palabras con las que le despertaron una madrugada en su vivienda en Bogotá, cuando tenía 13 años.
Al día siguiente, él se hallaba internado en un colegio de corte militar en Boston y sus hermanos Fernando y Lina fueron enviados a vivir con su padre en Europa.
Irónicamente, las columnas en El Espectador en las que Juan Carlos Botero arremetía contra el Cartel de Cali le obligaron a buscar nuevamente el exilio en los Estados Unidos, antes las amenazas de muerte. Hoy vive en la Florida, en compañía de su esposa, la barranquillera Maritza Lucía ‘Uchi’ Carbonell, y las dos hijas de la pareja: Natalia y Tatiana.
Estuvo en Barranquilla presentando la novela ‘Los hechos casuales’, en un conversatorio con el intelectual, historiador y expresidente Gustavo Bell Lemus en el Salón Andaluz del Hotel El Prado.
El derecho y la obligación
Allí explicó, frente a un auditorio repleto, el parecido entre la vida de su personaje y su propia vida.
“Creo que un escritor tiene no sólo el derecho sino la obligación de utilizar todo lo que le ha pasado en la vida, ya sea para bien o para mal, con el fin de alimentar su obra narrativa. Eso incluye las películas que ha visto, los libros que ha leído… Y muchas de esas experiencias se las trasladé al personaje principal de ‘Los hechos casuales’, Sebastián Sarmiento”.
Entonces, la vida de este personaje no es fácil porque la de Botero tampoco lo ha sido.
“Sin duda tuve una infancia con bienestar material pero al mismo tiempo era una situación muy confusa porque mi padre, después de la separación, vivía en la pobreza absoluta. Era una situación muy contradictoria: mi madre y mi padrastro, que era un hombre extraordinario, vivían en la opulencia total, y eso era algo difícil de entender para un niño. Luego estuvo lo de tener que exiliarme a los 13 años. También sufrí la pérdida de un hermanito en un accidente automovilístico”.
Se refiere a Pedrito Botero, hijo del maestro Botero con su segunda esposa, Cecilia Zambrano; el menor murió en 1974 en una colisión en España que, además, casi le hace perder un brazo a su padre, por lo que se vio obligado a interrumpir su obra pictórica).
“Y, en fin, ya como periodista, me tocó soportar muchas amenazas de muerte y tuve que irme del país varias veces. Eso es terrible: te sientes desarraigado, sin conexión con tus amistades; te sientes como un extraño, en otro mundo. Finalmente, en el 2000, decidí irme del todo. También sufrí un cáncer que casi me mata”.
“Por eso, contar todas estas cosas que he vivido en carne propia, además de darle veracidad y verosimilitud al relato, me permiten lograr cierta catarsis, una especie de exorcismo: te desprendes de las experiencias negativas al canalizarlas a través de la literatura”.
Además, está seguro de que las experiencias más duras son las más formativas y las que mejor le permiten al ser humano conocerse a sí mismo: “Los verdaderos espejos son los que representan un verdadero peligro porque te demuestran de verdad de qué estás hecho y dónde están tus límites”.
También se refirió al hecho de que una buena parte de su obra no ha gozado de un gran reconocimiento en su propio país, y de que ésta sea más asequible y leída en países como España. “Eso tiene que ver mucho con el trabajo de las editoriales. Influye mucho, y por eso algunos de mis libros no eran fáciles de conseguir en las librerías colombianas”.
Está seguro de que el hecho de estar publicando ahora con la prestigiosa Editorial Alfaguara mejorará la distribución de su creación literaria en su propio país, obra que, en cierta manera, también se ha visto ‘exiliada’ hasta el presente.