Voz de amor y esperanza
Colaboración de Víctor González Solano
vigoso@gmail.com
Su voz penetra suavemente por los oídos y acaricia el alma. Es una voz con mucho vuelo que se ha paseado por los micrófonos de las más importantes emisoras de Colombia y los más prestigiosos estudios de grabación.
Es la de una guerrera que sabe para dónde va, y que la vida es ahora y a colores.

Ella es Martha Ceballos, cartagenera con alma barranquillera, que llegó el 15 de octubre de 1982 al hogar conformado por don Ricardo Ceballos y Nancy Barros. Es la primera de tres hermanos.
Comunicadora Social de la Universidad Autónoma del Caribe. Su pasión por la radio se encendió en medio de la oscuridad.
Cuando nuestro país entró en la crisis energética que nos llevó al gran apagón, Martha, para no aburrirse, escuchaba emisoras en un radio de baterías que su mamá le había regalado. “Me reía mucho escuchando a los humoristas e imitadores del programa ‘La luciérnaga’, de Caracol, con Hernán Peláez. También oía la emisora juvenil de aquel entonces: Radioactiva, cuya programación tenía una fuerte dosis de rock en español y éxitos en inglés. Me encantaba el papel del discjockey. Fue cuando me dije: yo quiero estar ahí detrás del micrófono”, afirma.
Melómana de tiempo completo, abierta a todos los géneros musicales. Igual escucha con el mismo gusto un rock, una salsa, un pop, un jazz o un bolero. “Sin lugar a duda la música de los 80 es mi favorita. Crecí en esa década en la que se grababa casetes con las canciones que sonaban en las emisoras y rogando para que el locutor no hablara al final de la canción”.

Es madre de Ángela Rafaela, una chica extraordinaria que se ha convertido en su polo a tierra y junto a Floyd, un Yorkie de dos años, son sus más fieles compañeros. Admira profundamente a varios locutores; entre ellos a Henry Jiménez, a quien considera su mentor, al chileno Fernando Solís y a Julio Sánchez Cristo.
Sueña con tener su propio estudio de grabación, participar en los premios Voice Arts Awards (SOVAS) y crear en Barranquilla el Salón de la Radio. Todos los días trabaja para poder erradicar de su vida el defecto de la impaciencia. Mantiene una excelente relación con Dios, a quien no visita en los templos de cemento sino en su corazón, donde en realidad vive. Amiga de sus amigos, su rostro siempre tiene presente una sonrisa.
Cuando cursaba el segundo semestre de su carrera, la extinta emisora Caracol Estéreo, cuya programación era de clásicos en inglés y era dirigida por Manolo Bellon, y en Barranquilla estaba a cargo de Henry Jiménez, abrió una convocatoria para nuevas voces. Martha se presentó y, por supuesto, es la elegida. Ahí comenzó su periplo por distintas emisoras de la ciudad y el país.
En 2008 hizo una pausa en su actividad radial y decidió poner sus pies sobre el aire. Se vinculó como auxiliar de vuelo a la aerolínea Avianca. “Aquella fue una experiencia maravillosa que me permitió conocer muchos países y a mucha gente, no dejé de usar mi voz, pues me correspondía dar las instrucciones a los pasajeros”. Después de cinco años volando, resolvió bajarse del avión para retomar su verdadera pasión, la radio. Entró a formar parte del equipo de Uniautónoma Estéreo. Después pasó al equipo de voces de Amor Estéreo en Bogotá.
Su carrera como profesional de la voz comenzó a elevarse muy alto. Pero sucedió algo que marcaría su vida: fue diagnosticada con cáncer de mama. Sintió que las luces del escenario de su vida se apagaban de repente. No lograba asimilar ese golpe bajo que la vida le daba. Llegaron los cuestionamientos a Dios y la negación. La depresión se apoderó de ella, se aisló, apagó su voz y la guardó en el cajón del olvido. Pero después de los tratamientos que requiere la enfermedad y con el apoyo de su hija y familiares cercanos, surgió, como el ave fénix, la guerrera que siempre ha vivido en ella. Hoy se siente una mujer bendecida y fortalecida. De nuevo su voz se ha encendido, esta vez con más calidez.

“Mi mensaje para todas las valientes mujeres que han sido diagnosticadas con cáncer de mama, es que la enfermedad no es sinónimo de muerte. Las invito a hacerse el autoexamen, ya que un diagnóstico oportuno marca la diferencia”.
Su garganta y su espíritu se han llenado de esperanza y de mucho amor, los que hace brotar a través de su voz. Está convencida de que la vida es un momento y que el amor lo cura todo, y cree, que como dice la canción del trovador cubano Silvio Rodríguez, ‘Solo el amor alumbra lo que perdura, solo el amor convierte en milagro el barro, solo el amor engendra la maravilla’.
