Colaboración de María Olga Salazar Senior
Hace mucho tiempo he querido escribir sobre la gratitud; y doy fé, de que al sentirla permite experimentar las cosas más increíbles, e incluso en los momentos de dolor.
Quienes me conocen, saben que la muerte de mi padre hace 13 años, me enseñó muchas cosas y todos los días lo recuerdo con mucho amor, pero sobre todo con gratitud. Algunos se preguntarán ¿cómo es posible asociar el dolor con la gratitud?; y para mí, se unen como un matrimonio perfecto, porque hasta en los momentos más tristes, estar agradecido por la vida que hemos tenido, brindar afecto, compañía y amor a ese ser querido que se nos va físicamente, nos permite sacar una sonrisa.
Hoy me encuentro en un avión, y se me vienen a la mente muchos momentos de gratitud. El simple hecho de abrir mis ojos cada mañana, darles un beso a mis seres preciados, e incluso recordar a mi padre, genera una sonrisa. ¿Cómo he logrado sonreír nuevamente luego de una pérdida tan grande? Ha sido complejo, pero sin duda recordar sus enseñanzas y agradecer su vida en la mía durante 27 años ha hecho este camino mucho más fácil.
Siento gratitud al ayudar a alguien, al ver a mis hijos, esposo y madre cada mañana. Por mi hogar, familia, amigas y trabajo. E incluso por los momentos de incomodidad o retos que he tenido que afrontar en mi vida. Estos momentos han logrado sacar la mejor versión de mi y ver siempre el vaso medio lleno. En ocasiones pienso, ¿cómo hago para impregnar al mundo sobre este sentimiento tan poderoso, que permite que los planetas se alineen a nuestro favor? Podemos empezar por cosas muy sencillas, como por ejemplo: el vivir el día a día. Por nuestros sentidos, por nuestras familias, por ver el cielo azul, caer la lluvia. Por lograr nuestros objetivos y por lo fracasos también. Todo en la vida pasa para algo. En ocasiones los caminos son tediosos, difíciles, pero el llegar a la meta hace que valga la pena y la satisfacción es más grande. Mirar hacia atrás sin remordimiento alguno, sabiendo que diste lo mejor de ti en todas las situaciones que se te presenten, no tiene precio.
Quiero compartirles un pequeño secreto: Todos los días al levantarme, agradezco por el día que no ha comenzado, y eso hace tener una disposición distinta frente a lo que se me presente. Hace unos días, tuvimos mi hermano y yo que llevar a mi adorada madre a la clínica, y a pesar del susto, y la preocupación de que fuese algo grave, agradecí el hecho de poderla llevar a la clínica. Y en medio de la preocupación se lo manifesté a ella. Le dije: Mami, qué bueno que podemos estar aquí, y estoy segura de que saldrás muy bien de esta situación; y así fue. Es un privilegio para mi tenerla en mi vida, lo que me enseña y lo que me dio junto a mi padre y lo que me entrega cada día.
El camino de la escritura siempre me ha fascinado, pero, sobre todo, por lo que puedo trasmitir a través de una hoja y varias oraciones. Es un honor transmitir mis pensamientos a la gente que me lee, me sigue y conversa conmigo. Me hace reflexionar y esforzarme diariamente, me llena de gratitud y la óptica con la que se ven las cosas, es mucho más bonita.
Se acerca el final de un año que nos sigue retando personal y profesionalmente, y qué maravilloso sería poder pensar en las cosas por las cuales podamos agradecer. ¿Con qué fin? Con el fin de sonreír, brindar apoyo a quienes lo necesitan y por qué no, ¡construir un mundo mejor!