Nuestra comprensión y desarrollo como seres humanos propone diferentes dimensiones o “ámbitos de la existencia”, que los autores sobre el tema coinciden en señalar como: biológica, psicológica y social.
Algunos reconocen, además, nuestra dimensión espiritual, la cual incluye todas las anteriores y va más allá de las prácticas religiosas y los ritos. Su esencia radica en la posibilidad de ejercer la humana libertad con un sentido de transformación y trascendencia de la propia vida, para y por la Vida.
De esto se trató la visita del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica a nuestro país. De las muchas palabras que dirigió a diferentes públicos, quiero resaltar las siguientes, independiente del credo que cualquiera de nosotros profesa, o incluso, si no profesa alguno y se declara ateo:
HUMILDAD: Esa humana realidad que nos recuerda nuestro tamaño tan pequeño ante lo inmenso de este mundo y del universo.
EQUIDAD: es el equilibrio necesario para entender que somos iguales como seres de una
misma especie, sin ser lo mismo como individuos. Y todos tenemos derecho a “estar aquí” de la mejor manera posible, y que cada quien reciba lo suyo. Este delicado equilibrio se rompe o es impedido por las ambiciones excesivas de posesiones, o por la envidia latente y soterrada que niega el desarrollo a los demás.
AUSTERIDAD: Nos invita a reflexionar sobre los valores del consumo, la ostentación, la especulación económica, del tener mucho más de lo que realmente necesitamos, de la vanidad que mueve tantas decisiones personales, sociales y políticas.
VULNERABILIDAD: nos recuerda que somos demasiado frágiles. Lo somos ante los factores externos como las conductas de otros, o a los desastres naturales, que durante las fechas de la visita del Papa Francisco I, nos recordaron que el planeta es un ser vivo muy poderoso. También somos frágiles en nuestra voluntad, emociones, criterio o actos; nos equivocamos con facilidad, poner “cara de estampita” nada asegura.
VERDAD: la capacidad de ver la existencia real de las cosas y acontecimientos, ser coherentes y asumir esa realidad como lo que es. Así la verdad nutre la justicia, y junt con la equidad, alimentan una verdadera paz y armonía en toda forma de convivencia. La presencia del Papa Francisco fue acogida con fervor y enorme alegría por los numerosos creyentes católicos en Colombia, pero su mensaje fue incluyente y universal. Ese mensaje habla desde lo más claro de la dimensión espiritual, y marca una ruta hacia la plenitud de la experiencia humana.
A veces olvidamos que nuestra mayor riqueza es la libertad para escoger el camino a seguir.