
Pr JESÚS FERRO BAYONA
Tomado de El Heraldo.
Si no hubiera sido por la beca que el Colegio San José me dio para estudiar primaria y bachillerato, no habría estudiado en un centro de calidad como lo sigue siendo él hasta el presente, el colegio de mi infancia y adolescencia. Claro que esa oportunidad crucial en mi vida no fue un regalo. Me la gané por mis resultados académicos, habida cuenta de los aprietos económicos familiares. Más tarde, tuve el privilegio de seguir estudios de postgrado en Europa. Aunque el estado francés brinda el acceso gratuito a los estudios universitarios, pude acceder a ellos porque obtuve una beca de sostenimiento para estudiar en ese maravilloso país.
Esa experiencia tan vital como decisiva que tuve como estudiante me marcó para siempre. Las condiciones económicas precarias de la mayoría de los jóvenes colombianos son argumento para que el Estado garantice la gratuidad de la educación en todos sus niveles. Por esa razón la reforma de la educación superior que el gobierno ha presentado merece la mayor atención y apoyo con el fin de aumentar los recursos financieros de las instituciones públicas. Solo que, como lo vengo sosteniendo en mis artículos, la calidad debe ser un objetivo ineludible de la reforma. La inversión en la profusión de entidades públicas educativas que no cuenten con excelencia académica pone en peligro el objetivo que se requiere : los estándares cualitativos de la educación superior colombiana deben ser comparables con los de los países más avanzados. La reforma, por lo tanto, debe apuntar a ofrecer mejor educación, con más calidad, contando eso sí con mayores recursos financieros. Ahora bien, nuestro sistema de educación, de primaria, secundaria y superior es mixto; público y privado. Esa estructura hace parte integral de la historia de la educación colombiana, por lo que el fomento, inclusive los planes de becas como fueron «Ser pilo paga» y otros más, son indispensables para ambos componentes del sistema, inclusive desde el punto de vista de la equidad. La mitad de los jóvenes colombianos estudian en instituciones privadas. La gran mayoría proviene de familias sin recursos y muchos de clase media. Diversas entidades, con recursos propios gracias a su gestión y con patrocinios de particulares, dan becas que serían más numerosas si recibieran apoyo del Estado. No hay razón válida para que el Estado no extienda esos beneficios a los estudiantes de entidades privadas con probada calidad. Me beneficié de la educación privada de excelencia. Estoy seguro de que numerosos colombianos quieren estudiar en universidades de alta calidad si fuera con beca.