Por JOSÉ CONSUEGRA
En estos tiempos en que con frecuencia y fuerza vivimos y sufrimos las quejas llenas de dolor y capacidad destructiva natural, por las cuales se expresa el medioambiente como consecuencia del cambio climático, seguimos, de manera obcecada, en la rauda carrera de destrucción del equilibrio de la naturaleza, a través de la sobreexplotación de los recursos naturales, deforestación, el incremento de las emisiones de CO2, etc.
La semana anterior, los barranquilleros nos ahogamos en las densas columnas de humo del incendio en el parque natural Isla Salamanca, que arrasó más de 70 hectáreas de bosque, acabando con la vegetación y con las innumerables especies animales, con un terrible impacto sobre la naturaleza. Durante varios días, Salamanca ardió, generando afecciones respiratorias, irritación en los ojos, malestar general, entre otros inconvenientes en la población, además de las molestias por la ceniza persistente en los inmuebles, espacios públicos, medios de transporte, etc.
Aunque todavía buena parte de la humanidad no es consciente, el cambio climático es una realidad que se puede palpar en el aumento de la temperatura planetaria, que ha alterado el equilibrio natural produciendo fenómenos como la sequía, el deshielo de los polos y los glaciares, el incremento de los niveles y la temperatura de los océanos, el calentamiento atmosférico, la extensión de los desiertos, precipitaciones, tifones, huracanes, entre otros, que destruyen cultivos, infraestructura, poblaciones; lo que coadyuva al sufrimiento de los seres vivos y la desaparición de especies. De hecho, la semana anterior, se presentaron tornados devastadores en Estados Unidos, sequía e inundaciones en África, incendios en Australia y una ola de calor en la India.
Así mismo, un grupo de científicos de universidades de España dio a conocer un estudio que concluyó que la tormenta de granizo gigante -del tamaño de pelotas de béisbol-, registrada en la provincia de Girona (2022), es una causa directa del cambio climático.
A la humanidad ya no le corresponde solamente adaptarse a las condiciones climáticas actuales con sus graves repercusiones en la supervivencia humana y de las especies animales y vegetales, sino actuar, con la participación activa de todos los países y la sociedad en su integralidad, con las oportunidades que nos dan la ciencia y la tecnología, hacia el objetivo común de mitigar los efectos de esta problemática. Nuestra relación con la naturaleza no puede ni debe seguir siendo la de irresponsables avasalladores del planeta.