¿Por qué escribir y cómo hacerlo?
colaboración de
Gaspar Hernández Caamaño
«Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro»: Emily Dickinson.
Irene Vallejo es columnista semanal del diario El País, de España. Es filóloga, novelista y acaba de ser galardonada con el Premio Nacional de Ensayo por ‘El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo’ (Siruela), el cual lleva tres ediciones de lujo y acaba de ser publicado en una edición de bolsillo.
Definitivamente ‘El infinito en un junco’ es un libro maravilloso. Lo comencé a leer en marzo, después de adquirirlo en la librería de la esquina haciéndole las primeras «picadas» a la mesada de Colpensiones. Y concluí su lectura entrando el mes de julio. Sus 450 páginas las gocé cada aurora, con el mismo deleite con que disfruto un vaso de Frozzo Malt en la Heladería Americana, de la Plaza del Parque, en pantaloneta cualquier sábado en la tarde, en compañía de Emilio y Gabriel, mis nietos “quilleros”. Sus historias, las del libro de Irene y las de mis nietos, son verdaderamente deliciosas.
Leer a mi edad es un placer, casi libertario. Como es un privilegio tener nietos a mi edad. Paladeando helado y hablando de libros con Emilio y Gabriel volvemos a ser niños. Y esas son las ganancias de la pandemia: familia y literatura.

En Barranquilla existió, en una de las esquinas de la Cra 43 con Calle 37 (veinte de julio con Jesús), una librería donde se degustaban helados de vainilla, en bolas blanqui-amarillas, mientras se ojeaban o, mejor, hojeaban los libros. Y se dialogaba entre amantes de los libros. No tenía fronteras entre heladería y librería. Era común ir de la librería a la heladería o de ésta a aquella. Una comunión recíproca de amantes. Pura ambrosia: regalo de dioses terrenos. Bendecidos de vida buena: la de los libros y la de los helados. Placeres del trópico Caribe.
A ‘El infinito en un junco’ (papiro) lo he recomendado a amigos que tienen hijos al cuidado de los abuelos, pues en sus páginas se van a encontrar con personajes de fantasía e historia como el siempre joven Alejandro Magno, creador de la biblioteca de Alejandría y de popular Cicerón, que dictaba sus discursos, en el senado romano, a esclavos que se copiaban. Por esos esclavos ‘Las Catalinarias han llegado a nosotros: esclavos del Twitter y de compartir bobos Memes.
El disfrute, al alba frente a las brisas de Bocas de Cenizas, del libro de Irene Vallejo, me devolvió mi confeso y declarado amor por los libros, -a mis libros, a los que traicioné regalándolos a lectores invisibles -. Es que esta obra de una investigadora de bibliotecas es, realmente, un viaje de aventura por esa creación humana infinita que es: el libro. Y que solo leyendo libros, no Twitter, es como se madura la corteza cerebral de niños y ancianos y podemos racionalizar nuestras emociones humanas y animales.
La lectura es un oficio -¿ocioso?- de juventud. Por eso, quien lee se mantiene joven. De mente. No demente. Y la vida es la decisión de ser. De ser como sé es. No como otro quiso que fuese. Vivir es decidir.
Sobre este maravilloso ensayo de historia se escribirán maravillosos análisis en el inmediato devenir. Pero comparto lo brevemente escrito sobre él por el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa que, en una de las solapas del libro, en la edición del 2020, afirma: «Muy bien escrito, con páginas realmente admirables; el amor a los libros y a la lectura son la atmósfera en la que transcurren las páginas de esta obra maestra. Tengo la seguridad absoluta de que se seguirá leyendo cuando sus lectores de ahora estén ya en la otra vida».

¿Por qué escribir y cómo hacerlo?
En estos días aún de ‘tapabocas’ fui invitado para conversar con un pequeño grupo de estudiantes de una maestría en una de las tantas líneas de la ciencia del derecho. Invitación que se formuló bajo el interrogante: ¿Por qué escribir? En razón a que los anfitriones están inmersos en la escritura de su trabajo de grado. Así que con agrado acepté.
Al preguntar sobre el origen de la invitación me dijeron «dizque porque soy escritor de una columna de opinión”. Así que no había escapatoria, pues realmente me gano la vida leyendo y escribiendo. Y esos son oficios de escritores. ¿O no? Yo no soy albañil, como lo fue mi padre. Como tampoco soy mecánico. Es decir, no trabajo en las alturas frente a los vientos y no tengo las manos sucias de grasas y carbón. Visto de lino y camino lento. Pero amo los libros. Y gusto mucho del papel periódico.
Así que comprometido todo mi trabajo consistió en ir, al alba, a mis libros camuflados en un closet de ropa ociosa. Y me encontré con estos dos cómplices:

- ¿Por qué escribir? de Philip Roth.
- Historia de un deicidio, de Mario Vargas llosa.
Entonces, con ese par de herramientas clandestinas, solo las uso en las auroras que le dedico a Minerva, con mis manos me dediqué a escudriñarlas.
Y me encontré con expresiones como las que les comparto para intentar dar respuesta al interrogante de la invitación académica. Miren:
«…y yo empecé a verle futuro a la literatura, emprendí la tarea de poner por escrito mis aventuras. Lo que pretendía era divertirme escribiendo, y hacer que mis futuros lectores se lo pasaran bien» (Roth. Pág. 241).
«Para mí el trabajo, la tarea de escribir, consiste en transformar la demencia, en pasarla de mí a él» (Roth.Pag. 175).
«Tienes que sentarte a solas en una habitación sin nada más que un árbol al otro lado de la ventana con el que hablar. Tienes que sentarte ahí haciendo un borrador tras otro de basura, esperando como un niño abandonado tan solo una gota de leche materna”.
Philip Roth a una pregunta de un entrevistador de The London Sunday Time (1984) respondió:»… mi obra es mi biografía».
Y tratándose de biografía de un escritor, nada mejor que las páginas de la tesis doctoral de Mario Vargas Llosa sobre la obra, para entonces 1971, del otro Premio Nobel: «García Márquez: Historia de un deicidio», reeditada en este distante 2021.
De ese trabajo académico de Mario, fiel a sus demonios, comparto este párrafo que ayudaría a responder lo preguntado. - «El por qué escribe un novelista está visceralmente mezclado con el sobre qué escribe: los demonios de su vida son los temas de su obra. Los demonios son los hechos, personas, sueños, mitos, cuya presencia o cuya ausencia, cuya vida o cuya muerte lo enemistaron con la realidad, se grabaron con fuego en su memoria». (Vargas. Pág 82).
Al ser sonámbulo desde niño, yo escribo para dormir y seguir soñando en ese amor infantil por los libros.