por Angélica Santamaría, Ps.
El título de este artículo es el mismo de una bella película danesa del 2006, por cierto bastante recomendable. Lo traigo a colación a propósito de las frecuentes preguntas que nos hacen a los psicólogos acerca de diferentes asuntos de la vida matrimonial.
La gran mayoría de personas sueñan (literalmente) con encontrar, conseguir , tener a alguien con quien compartir la vida, que brinde amor, dé felicidad y así evitar la soledad. Y subrayo los verbos porque por sí mismos inician un problema.
También es cierto que para la mayoría de mujeres, el día de la boda es el más importante de sus vidas: un esplendoroso vestido de novia, el novio al final del pasillo, una gran fiesta, flores, invitados, regalos, luna de miel…
Pero después de la boda, viene el matrimonio, es decir, la vida juntos con sus altibajos, las responsabilidades recíprocas, los proyectos para sacar adelante una familia con muchos obstáculos por superar, la convivencia del día a día, los esfuerzos, los sacrificios, los imprevistos, el final.
Con el paso del tiempo la relación se va transformando, a veces para fortalecerse y crecer, y envejecer juntos, incluso para besarse a escondidas en su propia alcoba, como cómplices. A veces para tomar distancia paulatinamente, sin darse cuenta, hasta el día en que al mirarse de frente surge la pregunta: “¿cómo fue que llegamos a esto?”
No existen fórmulas que garanticen un matrimonio para toda la vida, y cada pareja es un mundo particular donde sólo los dos saben lo que viven de puertas hacia dentro. Por eso mal hacemos en juzgar a quienes deciden separarse.
No hay pareja por fuera de esa posibilidad, lo que hay son maneras de superar ese riesgo. De lo que sí podemos tener certeza es que una extraordinaria boda no asegura un “buen matrimonio”. Aunque no sabemos el final de la historia, el futuro entre dos se construye, y el amor también. Pero para ello necesitamos prepararnos, individualmente y con nuestra pareja, y eso nada tiene que ver con la preparación de una fiesta. De la boda nos quedarán bellas fotos para decorar la casa (léase casa, no hogar), y una película personal, que si el matrimonio va bien siempre querremos ver de nuevo. De lo contrario, ni para qué recordar ese día.
Ah, y aquello de encontrar, conseguir, tener a alguien que nos dé felicidad…mmm es un problema, pues se verá la vida en pareja como una permanente solución de necesidades y no como un espacio de encuentro. Tal vez el matrimonio se trata de ser, dejar ser y entregar.