La barranquillera que se tomó a Caracol
Colaboración Jaime De La Hoz Simanca*
Su cabello rizado constituye un sello de identidad heredado de su madre, Sixta Vidal De la Hoz, una mujer que vive con alegría y llanto los logros de Lucía, la presentadora que se abre paso en el medio periodístico a partir de su carisma y de un talento que la proyecta hacia los mundos que siempre soñó. Los gajos negros de su cabellera se mueven sin cesar mientras evoca el pasado, los años de infancia y los primeros pasos en el ámbito de la comunicación y el periodismo.
El primer puente del mes de junio pasado, Lucía fue invitada a Bogotá para que presentara, desde el set nacional del noticiero Caracol, la emisión del medio día y la edición central de los días sábado,
domingo y festivo. Fue el gran salto que siguió a la buena nueva del 2022, cuando fue llamada para realizar un ‘casting’ en el Centro Regional del Caribe, donde había una vacante. Entonces, sintió una especie de punzada feliz en su corazón y sospechó que aquella llamada daría
cumplimiento a sus ilusiones. En efecto: en su cuarto había colgado, años atrás, y sigue clavado en la pared, un mapa de sueños consistente en una foto suya en pose de presentadora, y un fondo improvisado con el logo de la cadena del popular medio de comunicación.
Todos la vimos: una leve sonrisa de Mona Lisa, suave movimiento de manos y un ligero vaivén de su melena rizada; además, una dulzura en el rostro que transmitía credibilidad a prueba de todo. Desde ese momento, Lucía ha aumentado el nivel de reconocimiento externo, las palmaditas de aliento en la espalda, los mensajes de ánimo en las redes sociales y los saludos y sonrisas en los centros comerciales que le confirman que sí, que su figura se abre paso en el ancho universo de la comunicación y el periodismo.
Todo comenzó con una llamada telefónica que le hicieron desde las oficinas de la Cadena Caracol en la que le invitaban para la realización de un ‘casting’. En realidad, tal como le dirían después, la venían siguiendo a través del desempeño en RTVC, Señal Colombia, donde hacía presentaciones y reportería de calle, tal la que realizó en Aracataca a raíz de los 40 años del Premio Nobel de literatura, Gabriel García Márquez. Era su primera experiencia a nivel nacional y el efecto pareció causar una conmoción en su vida, pues le removió hasta la más oculta célula de su cuerpo.
Luego de las pruebas de fuego que incluían lecturas con telepronter e instantes de improvisación frente a las cámaras, su jefa inmediata le dijo que guardara el número del celular de Juan Roberto Vargas, director de noticias. Le advirtió que, si recibía una llamada, su vida comenzaría a cambiar. Así fue. El celular sonó a los pocos días y, desde el otro lado de la línea, Vargas le dio la bienvenida con honores. Entonces, se le empañaron los ojos. Al día siguiente estaba en el Centro Regional en medio de la algarabía global que generaba el Mundial de Qatar. No salió al aire el primer día, pero sí al siguiente, dando paso a una noticia al periodista cartagenero Carlos Cataño Iguarán: “A esta hora, 1:52 minutos de la tarde…”, dijo. Ahora abre una plataforma de su celular y me muestra el video de aquel instante inolvidable al que se sumó el del famoso puente del mes de junio.
LOS NIÑOS DE LA SELVA DEL YARÍ. “Nadie sabía que viajaba a Bogotá”, afirma. Brillan sus ojos. Los gajos de la cabellera están intactos, pero se balancean al ritmo de sus énfasis. No hay duda: esta estudiante de último semestre del programa de Comunicación Social-Periodismo, de la Universidad Autónoma del Caribe, posee un carisma que atrapa. Hay dulzura en su rostro y, sobre todo, una humildad sin límites. Da la impresión de vivir momentos de su niñez, cuando la sorprendía la noche en medio de La lleva, El fusilado y El escondío, aquellos juegos infantiles que le producían complacencia y júbilo.
Esa edad, un poco lejana en el tiempo, volvió a sentirla, pues se conectó con el viaje clandestino a Bogotá y la notificación de que sería la presentadora central durante los días del puente de fin de semana. Sintió un gran alivio al saber que estaría acompañada en el set por Alejandra Murgas, otra barranquillera, egresada de su misma universidad. Sin embargo, los nervios aparecieron de repente al saber que la noticia más importante de ese día había sido el rescate de los cuatro niños que permanecieron 40 días perdidos en la selva. ¡Era una noticia mundial! ¿Y ahora qué hago?
Mientras su mamá y sus hermanas esperaban ansiosas el noticiero, atravesadas por un nudo en la garganta, Lucía se introdujo en el hecho del día que estalló luego en las pantallas de los televisores encendidos en todo el país. Vio, una y otra vez, las imágenes de los niños en poder de los soldados rescatistas y de los indígenas que los habían encontrado; repasó las imágenes del helicóptero clavado entre los árboles; escuchó las declaraciones del brigadier general, de los abuelos de los niños y de otros protagonistas de la gran noticia; y, además, compartió la alegría del rescate con sus compañeros de trabajo que se alistaban para salir al aire con la buena nueva.
II. EL COMIENZO DE UNA HISTORIA DE VIDA
El padre de Lucía se llama Pedro Yánez, y la madre, Sixta, tal como se dijo. Las dos hermanas son Claudia Patricia, la mayor; y Patricia Lucía, la segunda. En total, cinco hermanos, pero tres de padre y madre. La abuela es Sixta, como la madre, una matrona de 93 años, oriunda de Aracataca. “De ahí mi amor por Gabo, a quien seguí desde chiquita”, dice. Y, claro, Lucía ha visitado varias veces aquel pueblo legendario: la primera vez, a los 19 años, con motivo del reportaje que hizo al fotógrafo Leo Matiz, otro cataquero.
Su niñez transcurrió en Cevillar, un barrio del sur de Barranquilla que recuerda por los infinitos árboles de almendra, cuyos frutos partía con piedras con el propósito de extraer los coquitos. Años después, sin saber cómo, inició un contacto con el mundo que recorre en la actualidad. Ciertamente, las remembranzas la trasladan a los momentos en que leía el periódico frente al espejo, y en voz alta, a la manera de una presentadora de noticias. Lo hacía, tal vez, para recibir la aprobación del abuelo, quien permanecía sentado en la ventana escuchando el popular programa ‘La luciérnaga’, de Caracol.
La primaria y el bachillerato los cursó en el colegio Marie Poussepin, una institución de educación femenina que funciona en el suroccidente de Barranquilla y donde Lucía aprendió valores católicos, siempre bajo el amparo de las hermanas dominicas. De ese pasado reciente provienen sus gestos de humildad que transpira al momento de hablar o de dar las noticias a su innumerable teleaudiencia.
Esta futura comunicadora social periodista que despierta admiraciones y aplausos por su estilo innovador no olvida su etapa de educación básica, pues fue el escenario donde se asomaron hechos que hoy reconoce con cierto asombro: el baile, las competencias en los reinados folclóricos, los movimientos de cadera al compás de la cumbia, la danza y el arte. Sin olvidar, claro está, las lecturas que fueron forjando una cultura general de la que hoy hace gala. ¿Cómo olvidar ‘El principito’, de Antoine de Saint-Exupéry, novela que la llevó a acompañar en sus noches de insomnio al pequeño príncipe en su travesía por el universo? ¿Cómo no recordar ‘Yo, Clara y el perro sabueso’, los relatos de Dimiter Inkiow que su padre, un taxista emprendedor, le regaló en uno de sus cumpleaños de la preadolescencia? En fin…
UNA CARRERA VERTIGINOSA. En décimo grado comenzó a mirar opciones para el periodo universitario que se venía encima. Primero fueron estudios previos de locución en la Academia de Arte del Caribe y de marketing en el Itsa. Luego, a los 16 años, cursó otro semestre de locución, el cual alternaba con la presentación de ‘El parche musical’, un programa en vivo al que llegó después de haber sido seleccionada entre decenas de aspirantes de largo vuelo. Fue su primera experiencia, a la que siguió Global T.V. en 2012. Entonces conoció al productor de ‘Las Noticias’, de Telecaribe, que dirige el periodista José Gómez Daza, quien la llamó para la sección de entretenimiento; enseguida saltó a la reportería y, sin saber de qué manera, acabó presentando el noticiero entre 2013 y 2014.
A Telecaribe entró como productora de ‘Mérito Empresarial’, programa del periodista Martín Tapias, quien le enseñó otros secretos del mundo audiovisual. A los 18 años se le presentó una gran oportunidad: trabajar en ‘Dossier’, un programa de periodismo de investigación que dirigía Juan Carlos Flórez en aquel mismo canal. Allí laboró como reportera, productora y entrevistadora. Así, conoció la Región Caribe y su realidad cruda, cruzada por toda suerte de hechos: asesinatos, feminicidios, conflictos, robos, desplazamientos…
En 2013, trabajando en el noticiero de Gómez Daza, conoció al cantante Checo Acosta, a quien admiraba de siempre. Lo veía en los conciertos y se embelesaba con el vaivén de las bailarinas. “Me gusta bailar”, le dijo a Checo después de la entrevista. Lo que vino después fue su vinculación al grupo musical en calidad de bailarina. De esa manera conoció todos los departamentos de Colombia; pero, no escapaba a su interés aquellos lugares que permitían la elaboración de historias periodísticas.
A mediados de 2015 ingresó a la Universidad Autónoma del Caribe, su gran sueño. La beca sobre arte que ganó en la convocatoria hecha por la gobernación del Atlántico fue suficiente para cursar el primer semestre. Y después, con esfuerzo propio, el segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo, hasta el último semestre que consiste en la Especialización en Gerencia de la Comunicación para el Desarrollo Social, “un posgrado que va mucho con el sentido que le encuentro al periodismo”. En octubre de 2013 se vestirá con toga y birrete para recibir el grado soñado.
“Estoy muy agradecida con el rector Molinares, con los profesores que me han enseñado tanto, y con los compañeros de estudio que me han acompañado en esta odisea”, dice. En la emisora de su Alma Mater trabajó en 2022; pero, también ha presentado programas deportivos en el canal de la región Caribe, al lado de Raúl Correa De Andreis, Hugo Urruchurtu, Martín Arzuaga y Rodolfo Herrera; es decir, un recorrido vertiginoso cuya primera etapa de montaña es este presente que complementa con paseos dominicales en su auto, descansos en las playas de Pradomar, meditaciones mañaneras y relajamiento físico y psíquico en el apartamento que habita sola en el barrio San José.
—¿Y el corazoncito? —le pregunto.
—Está en reparación —contesta, mientras mueve los gajos de su cabello de un lado a otro. Es hora del noticiero Caracol.
*Decano de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Autónoma del Caribe. En tres ocasiones, ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.
Diseños de Rebeca Rojas
Locación Hotel El Prado
Fotos cortesía de Lucía Yánez tomadas por por Erwin de Jesús Miranda Simanca
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