Alfredo Peñaranda y Liliana Echeverría
Un matrimonio emprendedor
por Loor Naissir
“Desde el día que vi a Liliana, me dije: lo del amor a primera vista es verdad!
Es una forma de decir que había conocido a una mujer que realmente me encantaba; desde que la vi, busqué a una prima de ella para que me la presentara. Después la perseguí durante los siguientes días y la hice reír tanto que logré enamorarla; la buscaba en el trabajo, en la universidad y demoraba horas hablando con ella por teléfono; sin embargo, éramos muy pelaos para tener un norte claro: yo vivía en un mundo de fantasía; a los 18 años tenía a cargo una programadora de televisión en Telecaribe y la discoteca de moda de Barranquilla.
Recuerdo que le decía a Liliana: ‘Quiero meterte en una cajita fuerte y sacarte cuando me pueda casar’. En fin… fuimos viviendo todas las etapas de la relación y a pesar de la seguridad del amor, la incertidumbre del matrimonio y la responsabilidad de lo que podría implicar hacía que se atrasara cualquier decisión; tocó recibir un empujón”.
Así comenzó a relatar Alfredo Peñaranda su noviazgo.
Mientras tanto, Liliana cuenta que su amor fue como un bálsamo porque en sus inicios pasaba por un inmenso dolor: su mamá había fallecido recientemente y a pesar de su corta edad había tomado las riendas de su casa.
Cinco años después su papá decidió rehacer su vida y ella se independizó: empezó a trabajar en una corporación de ahorro y estudiaba de noche Hotelería y Turismo. Cuando reunió algo de dinero habló con el gerente para que la ayudara a comprar un apartamento en remate.
Después de siete años de noviazgo ella tomó la decisión de irse fuera del país.
La noticia de una nueva vida con oferta laboral en Estados Unidos puso en aprietos a Alfredo, quien interviene en el relato y dice: “Obviamente se me abrió el piso y tocó suplicarle para que se quedara porque ya ella estaba decidida a irse. Gracias a Dios le dio chance al Sí, y bueno ya llevamos 25 años de casados y dos maravillosos hijos: Vanessa y Daniel”.
Construyeron una familia, una empresa y una fe inquebrantable. “Nos unimos hace más de 20 años a ‘Oasis’, una comunidad de oración de la iglesia del Espíritu Santo”.
Son el uno para el otro. Trabajan juntos, deciden juntos todos los aspectos de su trabajo y de la familia.
Liliana recuerda que cuando nació la primogénita creó una empresa de picaditas, mientras él trabajaba en otro lado.
“Comencé con congelados en la cocina de mi apartamento, ofreciendo el producto a supermercados, y en todos fueron aceptados porque llegamos con una estrategia de mercadeo: música, degustación y hasta una mascota.
A los seis meses la empresa creció mucho y sus manos no eran suficientes para manejarla. Se animó y llamó a su esposo. Le preguntó: ¿cuánto ganas allá?
Ven a trabajar conmigo y te doy más de eso. De inmediato Alfredo renunció y tomó las riendas de la empresa porque él es administrativo y yo de mercadeo”.
Como todas las parejas, discuten pero jamás se van a dormir resentidos.
Alfredo dice que “en el matrimonio hay que tener la humildad de reconocer los propios errores, saber que siempre podemos cambiar buscando nuestra mejor versión y hay que mantenernos siempre soñando. Estas han sido algunas de las actitudes que nos han mantenido enamorados; al punto que a pesar de que el amor es dinámico y evoluciona o cambia de formas en la medida que avanza la relación, podría decir que Liliana me sigue despertando ‘mariposas en el estómago’”.
Una pareja emprendedora, que ama la vida y el amor.
fotos Jairo Guzmán