Diana Fernández
“Me defino como una mujer feliz, porque he logrado en la vida las metas que me he propuesto: graduarme en Administración de Empresas y con una Especialización en Finanzas en la Universidad del Norte, iniciar una exitosa carrera profesional en el sector financiero en varios bancos de Barranquilla y simultáneamente fui forjándome como mujer, hija, hermana y esposa.
Me casé con Álvaro Criales Betancourt, abogado también barranquillero, y la vida nos llevó en algún momento a mudarnos a Cartagena y a adoptar esa tierra como propia, a vivir en armonía, a disfrutar del mar y sus murallas.
Era una vida en pareja plena, pero sentía que en mi corazón faltaba algo. Al no poder tenerlo pusimos nuestros ojos en un lindo proyecto: el rescate de los perritos callejeros, una labor que llena mi alma. Así iniciamos una larga lista de rescatados, en su mayoría peludas de la playa, para no solo trabajar su rescate, sino algo muy importante: la esterilización; y buscarles un hogar que las adoptara y recibiera con todo el amor que la calle les negó. La primera y la que siempre ocupará un lugar especial en nuestros corazones: Kirita #1, una criollita extremadamente amorosa, la que hoy ya no está con nosotros, pero que tenemos la certeza de que es un ángel que tenemos en el cielo y la que hizo posible contar hoy esta historia, la que con su amor y gratitud nos hizo replantear y volver a intentar nuestro mayor anhelo: ser padres.
Y esto no era nada fácil, aunque siempre he pensado que con fe, trabajando duro, y porqué no, algo de suerte, las cosas se consiguen en la vida; pero cuando la fe se cruza con la ciencia y la lógica, ahí es donde aparecen las dudas y la fe se empieza a mirar con más razón que con corazón. Debo reconocerlo, he estado en esa situación, pero la vida y Dios han premiado mi fe y la ciencia ha tenido que ceder: fui bendecida a los 48 años con el rol más importante para una mujer, ser Madre!
Contra todo pronóstico y luego de 16 años de matrimonio, fuimos padres de un ángel al que bautizamos Manuela del Mar. El camino no fue sencillo y hubo que vencer muchos obstáculos. Luego de un largo tratamiento y de otros no exitosos, fuimos informados que estaba embarazada, que era un milagro y que era un embarazo de alto riesgo, por lo que debería ser cuidadosa. Y así fue; la mayor parte del embarazo estuve acostada e internada en la clínica, sin bajarme de la cama y siendo atendida por un maravilloso y profesional equipo de médicos, enfermeras, terapistas y la lista sigue; para ellos la única palabra que he tenido es GRACIAS.
Al ser un embarazo de alto riesgo mi gestación era mirada con lupa y era normal que se presentaran problemas. La posibilidad de un aborto apareció, debido a que el cuello del útero se encontraba distendido; es decir, había probabilidad de que se saliera el feto; por eso me realizaron un cerclaje en la semana 26 de gestación. Pasado este impase y a la semana 28 rompí fuente y los médicos decidieron que era hora de tener a la bebé.
Y es así como llega al mundo nuestra hija con tan solo 28 semanas de gestación y pesando solo 1.083 gramos.
Empezamos entonces a escribir nuestro segundo capítulo: los dos meses que Manuela estuvo es UCI Neonatos luchando por su vida. Y nuestra pequeña guerrera dio la pelea y la ganó! Nos la llevamos a casa con 1.800 gramos y toda la emoción que esto provocaba en nosotros. Han pasado dos años y medio, y hoy tenemos con nosotros una hermosa y alegre niña, que es nuestra razón de ser, la que todos los días me hace sentir feliz ejerciendo mi rol de madre. Ver su carita todos los días al despertar, verla hacer su rutina, llevarla al colegio, a sus clases extracurriculares, a pasearla, en fin cada uno de los instantes que vivimos juntas, me hace confirmar que los tiempos de Dios son perfectos, que Manuela del Mar llegó a nuestras vidas en el momento ideal, cuando hemos ya recorrido un camino, cuando ejercemos una paternidad ciento por ciento presentes; ella es la única prioridad, y a pesar de nuestra edad, de ella todos los días estamos aprendiendo algo nuevo, vemos el mundo de una manera distinta, más amable, más positivo, más sensible. Ver su carita es ver la vida, es creer en lo imposible, es vivir por ella y para ella y por quien hoy nos sentimos felices, jóvenes y con la gran responsabilidad de formarla”.