por Roque Herrera Michel
“La lengua es un arma de doble filo:
Con ella se canta, se reza y se declara el amor y la paz….
Pero también se miente, se calumnia, se insulta y se rompen las amistades”
(Esopo)
En un hospital dos pacientes delicados de salud ocupaban sendas camas de una misma habitación. Uno de ellos estaba cerca de la única ventana que allí había y todos los días se incorporaba y animaba al otro contándole las bellezas que veía a través de ella. Le hablaba de un soleado y verdoso parque en que jugaban los niños rodeados de aves y de los enamorados que allí se citaban a refrendar su amor. Pasado unos días el paciente cercano a la ventana se agravó y lamentablemente falleció, por lo que el sobreviviente solicitó a las enfermeras para que por favor lo trasladaran al sitio en donde estaba ubicado el fallecido y así poder mirar todo lo bello que él le refería que veía en el exterior… Efectivamente lo trasladaron y para su sorpresa al incorporarse a mirar por la ventana se encontró con que lo único que veía era una pared de ladrillos rojos. Llamó enseguida a una enfermera y le contó lo que el paciente difunto le relataba acerca de un parque, de niños, de aves y parejas de enamorados… Dicha enfermera le comentó que ese paciente era ciego y que tal vez, en medio de sus desventuras, lo que hacía era contarle todas esas bellas e imaginarias historias para levantarle el ánimo y así se mejorara…
Esta historia refleja la importante y permanente misión de todo ser humano de alentar y animar a los demás, aunque se esté atravesando por los momentos más difíciles o preocupantes en su vida personal.
Siempre se ha resaltado el poder que tienen las palabras. Lo que usted dice o cómo lo expresa tiene un efecto e impregna de positivismo o negativismo su ambiente.
Con un vocablo usted puede alegrar, entristecer o llenar de ansiedad u horror a los que están a su alrededor.
La naturaleza de las personas oriundas de la región caribe es transmitir alegría, entusiasmo, optimismo y positivas energías. Es por eso que cabe preguntarse ¿a estas alturas de la vida qué tipo de comunicación predomina en la interacción cotidiana que sostenemos con los seres queridos, vecinos o compañeros de trabajo? ¿nos comunicamos casi siempre para animar y apoyar… o para regañar o señalar peligros… o para generar miedo y controlar a los demás?
Los Gurús de la administración K.Blanchard y S. Bowles recomendaron hace años en su clásico libro Gung Ho ¡A la carga!
que para una mejor convivencia las personas deberían copiar las estrategias de comunicación de animales que transmiten vibraciones positivas tales como la ardilla (que no es egoísta y siempre está pendiente de ayudar a los demás), el castor (que siempre escucha los pensamientos, los sentimientos y las necesidades del otro) y los gansos (que con su graznido da ánimos, siempre alentando y animando a sus semejantes para seguir adelante).
EL AUTOCONTROL ES LA CLAVE
Freud decía que la civilización humana empezó el día que el hombre cambió el envío de una flecha por la transmisión de una palabra. Nosotros tenemos el control sobre el contenido de nuestras palabras y el momento o sitio asertivo en que podemos manifestarlas.
No hay problema que no se solucione con palabras cariñosas y un abrazo sincero. Unas estrategias para incrementar el uso en la comunicación con los demás de frases alentadoras en vez de “atormentadoras o tóxicas” son las siguientes:
- Controle sus emociones negativas
Está bien que permitamos que muchas de nuestras expresiones verbales constructivas (alegría, buen humor o amor) sean producto de la espontaneidad y la emoción. Pero adquiramos la disciplina de que cuando queramos exteriorizar rabia, tristeza o preocupación, primero filtremos esas emociones a través de la razón para escoger las palabras más adecuadas para así no herir, humillar, angustiar o entristecer a los demás. - Cuide lo que ingresa a su cerebro. El contenido de lo que usted habla depende de lo que ingresa a su mente. Incorpore a su mente información constructiva (lecturas de superación, videos o películas positivas, noticias benignas, buen humor, etc.) en vez de información tóxica o negativa (tragedias, violencia, muertes, etc.).
- Cuide lo que sale de su boca. Escoja palabras de vida en vez de vocablos de muerte. Use palabras dinámicas, vivas, enérgicas, risueñas y mágicas en vez de palabras estériles, sin vida o muertas. Que lo que exprese proyecte luz sobre las rosas y no sobre las espinas.
- Si no va a decir nada positivo… mejor no diga nada. Deje de ser siempre el portador de noticias pesimistas. Procure ver las cosas positivas y virtudes en los demás en vez de sólo resaltar los defectos y carencias. Haga por escrito el ejercicio de reconocer al menos 3 aspectos positivos en las personas que no se lleva bien (la suegra, un compañero de trabajo, etc.).
- Sea empático y sensible ante los demás. Salga de su propia burbuja. Tenga el cuidado de escoger las palabras que utilice con niños, con personas de diferentes características: seres mayores o con habilidades o características distintas o que estén atravesando circunstancias difíciles (problemas de salud, duelos, separaciones, crisis afectivas, limitaciones económicas, etc.). Si ve a alguien bajo de ánimo pregúntele si quiere que lo ayude y acompáñelo.
- Críticas constructivas en vez de destructivas. Con las personas con las que no se encuentra de acuerdo o con las que quiere que se generen cambios, ejercítese para hacerle críticas constructivas (se escoge el momento, sitios y palabras adecuadas, se proponen soluciones, etc.) en vez de destructivas (conversaciones devastadoras, aniquilantes, que sólo resaltan lo negativo sin sugerir soluciones).
Su imagen y su entorno dependen de la forma como se comunica y de las energías positivas o negativas que transmite a los demás. En medio de sus circunstancias, como buen Caribe, procure predominantemente ser una persona que brinde soluciones y que aliente a los demás a ver las cosas positivas de la vida y a ser mejores para superarse y crecer cada día más.
roquehmichel@hotmail.com